Extractivismo, despojo y crisis climática - Seoane, J.; Taddei, E.; Algranati C. - Herramienta - Librería Medio Pan y un Libro

Extractivismo, despojo y crisis climática - Seoane, J.; Taddei, E.; Algranati C. - Herramienta

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Prólogo

Pocos temas son más importantes en la América Latina de hoy que
las cuestiones relacionadas con el extractivismo y la crisis climática.
Ambos están haciendo estragos y constituyen, como bien lo dicen los autores
de este libro, un formidable desafío para los movimientos sociales
y los proyectos emancipatorios de nuestra región. Desafío que, para ser
enfrentado con algunas chances de éxito, exige un conocimiento acabado
de la multiplicidad de dimensiones a través de las cuales se manifi estan
tanto el extractivismo como la problemática del cambio climático. Y
eso es precisamente lo que aporta este libro, en donde se examinan con
gran minuciosidad y rigor analítico los aspectos más candentes de estos
complejos asuntos.

No sólo eso: el texto logra mantener una impecable
coherencia pese a que los capítulos fueron escritos por separado por cada
uno de los tres autores, lo cual no es un mérito menor y habla de la maduración
de un proceso colectivo de refl exión que es muy poco usual no
sólo en la Argentina sino en cualquier parte del mundo.

El libro, anticipado en parte en un curso –“Extractivismo y resistencias
sociales en Nuestra América: confl ictos en torno a los bienes
comunes y horizontes emancipatorios”– ofrecido en el campus virtual
del PLED y producto del activo protagonismo de sus autores en los movimientos
sociales de la Argentina y América Latina, es una muy valiosa
puesta al día de los debates y las investigaciones concretas sobre temas
tan cruciales como las nuevas formas de acumulación por despojo, o
desposesión y su relación con la contraofensiva extractivista lanzada al
calor de la nueva crisis general del capitalismo; la megaminería y sus
desastrosos impactos ambientales y sociales; las guerras del agua; la
reinstalación del monocultivo, en especial el caso de la soja y, por supuesto,
de los hidrocarburos. Tal como era de esperarse a partir de los
antecedentes de los autores, tanto los académicos como, sobre todo, los
derivados de su inserción práctica en las luchas y los confl ictos socioambientales
de nuestro tiempo, el libro se desenvuelve –¡en buena hora!–
al interior de una perspectiva fuertemente pautada por las necesidades
concretas de los sujetos sociales involucrados en esas confrontaciones.

Es precisamente por esto que la tercera parte del libro trata sobre las
alternativas que, ante los problemas arriba mencionados, proponen los
proyectos emancipatorios de los movimientos.
Dicho esto, y no siendo la misión de un prólogo sintetizar el contenido
del libro, pasamos a resaltar algunos aspectos que nos parecen
de especial interés. En primer lugar el exhaustivo examen del apogeo
del extractivismo a partir de la vuelta del siglo y su relación con lo que
apropiadamente se denomina el “neoliberalismo de guerra”. Con razón
se dice en las páginas dedicadas al tema que “el modelo extractivo exportador
se profundizó en estas regiones a sangre y fuego”, propinando
un rotundo mentís a las interpretaciones compartidas tanto por el neoliberalismo
en sus distintas variantes como por las versiones más difundidas
de la socialdemocracia latinoamericana que visualizan la expansión
del extractivismo como un proceso de tranquila y pacífi ca adaptación
de los países de la periferia capitalista a los requerimientos de la economía
global. Lejos de ello, lo que la experiencia histórica latinoamericana
demuestra es que ese proceso fue, como la acumulación originaria
analizada por Karl Marx en El Capital, una secuencia de eventos que se
desplegó “chorreando sangre y barro por todos los poros”. Va de suyo
que esta desorbitada expansión de las políticas extractivistas encontraron
en los grandes oligopolios internacionales del agronegocio, la minería
y los hidrocarburos sus agentes privilegiados, contando para ello con
la complicidad de los gobiernos y, por supuesto, el respaldo irrestricto
del imperialismo norteamericano. Por ejemplo: la creciente infl uencia de
Monsanto en la región, ratifi cada y potenciada en estos últimos tiempos
en la Argentina por una decisión del gobierno nacional, es una de las
tantas pruebas que confi rman la validez de las interpretaciones que los
autores ofrecen sobre este asunto.

El libro formula asimismo una crítica medular a las concepciones
dominantes sobre el problema del desarrollo, con énfasis en tres vertientes
que lo cuestionaron radicalmente a partir de la experiencia latinoamericana;
las teorías de la dependencia, la de la colonialidad del poder
y la ecología política. Los argumentos de estas distintas corrientes son
expuestos en detalle y en permanente vinculación con los capítulos anteriores
de la obra, con lo cual logran aportar un impresionante sustento
empírico a partir del cual examinar los méritos de cada una de estas
perspectivas.

Uno de los logros principales de este libro es abrir una discusión que
no debe ser soslayada ni postergada y que podría sintetizarse así: ante
la crisis del desarrollismo y el extractivismo, ¿cuáles son las alternativas
que se proponen? Sin desconocer la complejidad de estos interrogantes,
ni caer en la tentación de pensar que desde la abstracción de la teoría
se podrían hallar las respuestas que requiere un desafío de dimensiones
civilizatorias, los autores enfatizan –al igual que nosotros lo hiciéramos
oportunamente– que estas preguntas no pueden ser dilucidadas sin un
atento análisis y observación de la praxis histórica de los pueblos de
Nuestra América. En este camino, muchos de los aportes y debates en
relación con las alternativas al extractivismo planteados en la región en
los últimos años recorren las páginas de este libro. Claro está que la
refl exión sobre aquellas exige también considerar otras preguntas que
interpelan tanto a los movimientos como a los gobiernos, y que sin duda
forma parte del debate entre ambos. Entre ellos podemos enunciar los
siguientes: ¿cómo se obtendrán los recursos imprescindibles para hacer
posible la mejora de las condiciones materiales y espirituales de vida de
vastos sectores sociales que el capitalismo y el imperialismo mantienen
sumidos en la pobreza y la indigencia, embrutecidos por el analfabetismo
y la superstición, manipulados a través de la industria cultural
manejada a su antojo por las clases dominantes? ¿Cómo enfrentar no
sólo las demandas de hoy sino las de una población que, en el caso de los
países más pobres de la región, se duplica cada veinticinco años? ¿Cómo
obtener el hierro, cobre y cemento –para citar sino algunos ejemplos–
que se necesitan para construir las escuelas y centros de salud que responderán
a las demandas –¡postergadas por siglos!– de los “condenados
de la tierra”, para usar la gráfi ca expresión de Frantz Fanon? No existen
respuestas fáciles para estos interrogantes, puesto que más allá de
enunciar loables objetivos aquellas deben explicitar concretamente de
dónde provendrán los recursos indispensables para dignifi car la vida de
grandes segmentos de nuestras sociedades sumidas en la pobreza y la
indigencia.

Sin duda, las respuestas a este dilema exigen recrear y ampliar permanentemente
los horizontes del debate y de las prácticas democráticas
de gobiernos y de movimientos, ya que el avance del extractivismo neoliberal
carcome los mecanismos democráticos y promueve la privatización
de la autoridad política. Ante estos desafíos no existe una receta
codifi cada de antemano; las salidas, si se las encuentra, serán el resultado
de un complejo ejercicio al interior de un entramado de prácticas
sociales emancipatorias y respuestas gubernamentales que no está, ¡ni
puede estar! desprovisto de las “tensiones creativas” que Álvaro García
Linera caracterizara como propias de todo proceso genuinamente
revolucionario. Contradicciones y tensiones que, en su síntesis, puedan
ir concretando la idea-horizonte del socialismo nuestroamericano y del
Buen Vivir. Uno de los méritos mayores de este libro es precisamente
aportar a una mejor y más fundada discusión sobre temas tan cruciales
como estos.

En algunas versiones extremas de la crítica al extractivismo –crítica
justa, pero en la medida en que sea capaz de reconciliar la preservación
de los bienes comunes de la Madre Tierra con la necesidad de acrecentar
la riqueza social para posibilitar la construcción de una sociedad justa,
emancipada de la explotación capitalista– se habla simplemente del nodesarrollo,
o del crecimiento cero. Esta tesis –que por cierto no es la
que sustentan los autores de este libro– despierta en algunos sectores
un inusual entusiasmo sin advertir que, paradojalmente, la misma remata
en una suerte de reaccionaria reivindicación, ahora desde una cierta
izquierda dogmática, de las lóbregas predicciones de Thomas Malthus
sobre el curso de la dinámica demográfi ca en la sociedad capitalista.

Crecimiento cero, o intangibilidad absoluta de la Madre Tierra, supone
que para resolver las demandas de nuestros pueblos bastaría con redistribuir
la riqueza social existente. Esto es necesario, pero claramente
insufi ciente. El tema del crecimiento económico rechazado en la puerta
principal reingresa subrepticiamente por la ventana trasera. El problema,
entonces, es decidir qué modelo de crecimiento no-capitalista sería posible
en función de la dotación de recursos de todo tipo con que cuenten
las naciones de la periferia. Minería en algunos casos, agricultura en
otros, industria, turismo, servicios, etcétera.

Por eso es que más allá de aquellos planteamientos, bien intencionados
pero equivocados, el gran desafío, como repetidamente lo señalaran
Fidel Castro, Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa, es resolver
cómo movilizar los recursos de la naturaleza con el mayor cuidado posible,
sin someter su aprovechamiento a los imperativos de la ley del
valor y procurando por todos los medios reducir las alteraciones que
inevitablemente introduce la praxis transformadora de hombres y mujeres.
Recordando, además, dos cosas: la primera es que, contrariamente
a lo que predican algunos exponentes del neo-ludismo contemporáneo,
la exaltación de la agricultura tradicional, por ejemplo, también afecta
a la naturaleza. Esto es algo que se puede comprobar desde la primera
gran expansión de la agricultura, unos 7.000 años antes de Cristo a
orillas del Nilo, actividad que ya comenzó a modifi car la naturaleza
a pesar del carácter rudimentario de la tecnología utilizada casi 9.000
años atrás. No existe, por lo tanto, praxis transformadora que pueda realizarse
sin dejar, de un modo u otro, huellas ecológicas de distintos tipos
y consecuencias. Segundo, que tal como lo recordara Marx en su obra
magna, “el trabajo no es la única fuente material de riqueza, de valores
de uso producidos por el trabajo. Como lo dijo Willam Petty, ‘el trabajo
es el padre y la tierra es la madre.’” Bienes comunes de la naturaleza
que, como exhortaba también en el mismo libro, deben ser transmitidos
“a las sucesivas generaciones en mejores condiciones que aquellas en
que los recibieron.”

Lo anterior pretende subrayar la importancia del debate que proponen
los autores de este libro y del aporte que en él se efectúa y que permite
superar la estéril antinomia “extractivismo-pachamamismo”, fatal
para las fuerzas sociales y políticas que bregan por la segunda y defi nitiva
independencia de Nuestra América. El primero porque traiciona irremediablemente
cualquier proyecto de construcción post-capitalista; el
segundo porque la frustración de las expectativas sociales que le son inherentes
abre la puerta para la restauración reaccionaria del viejo bloque
en el poder, condenando y ridiculizando a los proyectos emancipadores
como el infantil retorno de un “utopismo” romántico. Debate necesario,
por lo tanto, en el cual deberá escucharse la voz y el argumento de los
gobiernos bolivarianos tanto como la de sus críticos y, en algunos casos
extremos, de sus detractores. Desafortunadamente, y aunque parezca paradojal,
estos han gozado en algunas fracciones de la izquierda una acogida
muy superior –tanto en cantidad de mensajes y publicaciones como
en calidad– a las argumentaciones ofrecidas por gobiernos como los de
Bolivia, Ecuador y Venezuela. Es nuestra convicción que las manifestaciones
de Evo Morales y Álvaro García Linera sobre el “vivir bien”; o de
Rafael Correa sobre el sumak kawsay (buen vivir) de los pueblos originarios
de los Andes; o la contundente reafi rmación de los derechos de la
naturaleza hecha por Hugo Chávez en la Cumbre de Kopenhagen deben
ser cuidadosamente examinadas y recién después de eso decidir si les
cabe la estigmatización producida por la acusación de “extractivistas”
con que con demasiada frecuencia una izquierda –indiferente ante las
contradicciones y responsabilidades que implica la gestión gubernativa–
los suele descalifi car. Se impone, por esto mismo, examinar detenidamente
las alternativas propuestas por los movimientos sociales y las que
emanan de las políticas implementadas por gobiernos que, a partir del
impulso originado en aquellos, han asumido el compromiso de construir
un mundo mejor. Este libro constituye una contribución sumamente valiosa
para iluminar ese demorado debate.

Atilio A. Boron

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