Me parece paternalista esa actitud que postula que las personas inteligentes no sentirán simpatía ni desearán ayudar a los yanomamö porque a la postre tienen los mismos defectos sociales, emocionales y políticos que nosotros. Incluso voy más lejos: califico este tipo de actitudes de racismo académico. De ellas se desprende que solo merecen nuestra ayuda quienes se aproximan a la forma más pura del mito del buen salvaje, esa ingenua visión del hombre tan querida por los antropólogos moralmente correctos. Napoleon A. Chagnon Cuando en 1968 se publicó este libro, iniciando su larga carrera de mayor bestseller de la antropología, llevaba por subtítulo «El pueblo fiero». Un estudio etnográfico sobre una de las últimas grandes tribus del planeta, que vive en la cuenca amazónica entre Venezuela y Brasil, aireaba de pronto ciertas observaciones que comprometían el rousseaunismo de la antropología romántica: un 40 por ciento, por ejemplo, de los varones yanomamö adultos había participado en la muerte violenta de otro yanomamö; los «unokai-hombres que han matado, luego ritualmente purificados- tenían mayor prestigio, más mujeres y más hijos; además, eran las mujeres -y no la comida- las que constituían la principal razón de sus guerras y venganzas, transmitidas de generación en generación... a pesar de que, en la vida cotidiana, desempeñaban un papel muy subordinado y eran frecuentemente maltratadas. Napoleon A. Chagnon levantó con Yanomamö una tremenda polémica que aún hoy sigue viva y que ilustra hasta qué punto la categoría de «ser humano» sigue sujeta a prejuicios y qué delgada es la línea entre «primitivismo» y «civilización». Fruto de un trabajo de campo que empezó en 1964 y aún continúa, esta es la última edición del libro, que relata las visitas de Chagnon en 1991 a una cultura hoy en peligro de extinción.
